19 jul 2011

ARIAS GONZALO

*** ARIAS GONZALO ***

El Conde Arias Gonzalo en un grabado del S.XIX
   El Conde Arias Gonzalo no fue tan sólo un noble menor situado en un segundo plano de la convulsa política medieval de la España de la Reconquista, sino que participó activamente en algunos de los hechos más trascendentales de esta época: la muerte de Fernando I de Castilla, el rey más poderoso de la Península Ibérica en esa fecha, que resultó en la escisión del Reino y también en el cerco de Zamora y la consecuente muerte de Sancho I (o II, según a quien le preguntemos). El conde zamorano también se encargó de la educacion y el cuidado de Rodrigo Díaz de Vivar _el Cid Campeador, la figura real más legendaria de la caballería europea y hombre clave de la Reconquista_, así como de García, Alfonso, Sancho, Urraca y Elvira, hijos de Fernando I y todos ellos reyes durante mayor o menor tiempo. Por si fuera poco, este hombre de confianza de Fernando I, este gobernador, este educador de reyes y preceptor, era también un experto duelista y un guerrero veterano; sin embargo, apenas sabemos un puñado de detalles de él y no son muchos los que se deciden a investigar la figura de este hombre clave de su época.

Arias Gonzalo con tres de sus hijos
   El Conde Arias Gonzalo nace en la ciudad de Zamora hacia el año 1023, en el seno de una familia aristocrática de gran tradición militar cuyos pasos comenzó a seguir desde su mismo nacimiento. Todas las crónicas coinciden en definirle como "un zamorano fiel y leal". Con apenas veinte años, Fernando I de Castilla le ordena que se encargue del cuidado y educación de sus hijos, quienes se criaron también junto a Rodrigo Díaz (El Cid) en el denominado "Palacio de Arias Gonzalo" situado en Zamora, junto a la Puerta de Olivares o Puerta Óptima y que era en realidad una residencia señorial de aceptable tamaño. Se encarga de proporcionar a los hijos del rey y a Rodrigo Díaz toda la educación imprescindible de la época y que incluía Filosofía, Religión, Aritmética y Latín entre otras disciplinas. Por supuesto, Arias también les introdujo en la equitación y el manejo de la espada, en la que era un maestro consumado pese a su juventud. Todo esto nos da a entender sin asomo de dudas que el noble zamorano era un hombre de sólidos conocimientos y que gozaba de la mayor confianza del rey. Será con Urraca, la  primogénita, con quien tenga una mejor relación, que hay quien define como paternal.
   Hacia el año 1058 acude junto al Rey Fernando I y le sirve en la corte y el campo de batalla con fidelidad y efectividad. Durante su estancia en la corte castellana, Arias Gonzalo será uno de los hombres de mayor confianza del monarca, hasta el punto de que este, en el 1065, año de su muerte, le nombra su albacea y por ello, obtiene el papel de depositario de las últimas voluntades del rey.
   Tras el reparto de los territorios del fallecido rey, el conde marcha de la corte como preceptor o consejero de Doña Urraca, ahora Reina de Zamora y como gobernador de la ciudad, a pesar de que Sancho le pide este favor también para sí. Zamora vivirá en paz hasta el año 1072, en el que Zamora, Urraca, Vellido Dolfos y Arias Gonzalo entran en la leyenda.
   En el 1072, Sancho I, hermano de Doña Urraca, Reina de Zamora, comienza un asedio a esta ciudad para tomar el último trozo de tierra que le queda _ya ha derrotado a sus otros hermanos_ para reunir bajo su corona los territorios de su padre. El cerco comienza el 4 de marzo y acaba, oficialmente, el 7 de octubre del 1072, si bien se prolongó alguna semana más. El asedio fue intenso y cruel, con escasos enfrentamientos armados que permitieran lucirse a los famosos arqueros zamoranos. Las gestiones de Arias Gonzalo para acabar con el cerco no prosperaban y toda operación militar contra un enemigo varias veces superior en número se antojaba inútil. Entonces surge la figura de Vellido (o Bellido) Dolfos, quien propone intrepretar el rol de espía, engañar a Sancho haciéndole creer que traicionará a la ciudad y asesinarle en un descuido, lo que supondría con total seguridad el fin del asedio. Arias Gonzalo se opone y Urraca no se pronuncia, lo que Dolfos y los principales nobles de Zamora toman como la aceptación del único plan posible, por lo que ellos apoyan al promotor de la idea. El viejo conde (ronda los 50 años ya) se asomará a la muralla cuando Vellido Dolfos salga de la misma y les anunciará que de la ciudad ha salido un traidor y que avisados quedan, por lo que él declina la responsabilidad de todo lo que ocurra. Sancho no le escuchó, pensando que Arias Gonzalo trataba de evitar que el plan de Dolfos fructificara y la ciudad cayera. Dolfos revela a Sancho que existe un portillo sin vigilancia, oculto y muy vulnerable por el que es sencillo colar por la noche a un ejército. Todo es falso y Dolfos mata a Sancho con su propio venablo, evitando que miles de zamoranos perecieran de hambre, sed y enfermedad. Otras versiones más fiables nos cuentan que Arias Gonzalo conoce el plan y lo aprueba, pero el plan no conlleva ninguna traición, sino que, en un audaz alarde de valor, mientras ambos bandos _el zamorano dirigido por el propio conde_ combaten con ferocidad a la puerta de la ciudad y desde las murallas, Dolfos alcanza la retaguardia y acaba con Sancho de un sólo lanzazo al encontrarlo escasamente protegido. El resto de la historia sigue igual.
   A raíz del regicidio, un familiar de Don Sancho, el capitán Diego Ordóñez de Lara _a la sazón uno de los mejores duelistas de su época_, se dirige a la muralla de Zamora y pronuncia el famoso reto que nos han narrado los romances. Su argumento era que "quien a traidor sostiene es traidor como el que la faze". Y en consecuencia considera al pueblo de Zamora como traidor y les desafía en duelo: "e tanbién a los muertos como a los vivos, e tanbién a los de naçer como a los naçidos". Arias Gonzalo replicó que según la ley de caballería, quien desafía a una población deberá luchar contra cinco, uno tras otro y, si los vence a todos, su opinión prevalecerá como verdadera; pero si uno de los cinco le vence, quedará como mentiroso. Diego Ordóñez acepta combatir a caballo, con escudo, lanza y espada, siendo condición para vencer el matar a su adversario, rendirle o hacerle salir del terreno marcado. Se hizo una tregua y Arias Gonzalo convocó al pueblo preguntándole si alguien había participado en el asesinato o tenía conocimiento de ello. Todos respondieron negativamente y él regresó a su casa y preparó a cuatro de sus propios hijos _tenía cinco varones_ para el combate, escogiendo el primer lugar para sí mismo, pues a pesar de su edad era un hábil caballero y su honor como preceptor de la Reina le obligaba a dar la cara. Sin embargo, Doña Urraca le convenció para que no combatiera debido a la importancia que tenía para la ciudad por ser su gobernador y dejara su lugar a otro. Su hijo menor, el más querido, exigió tal honor y Arias Gonzalo mismo le armó con todo su dolor de corazón. El joven, llamado Pedro Arias, salió al Campo de la Verdad (en las afueras de Zamora) y tras varias horas de combate, en que luchó con bravura, cayó muerto a manos de Diego Ordóñez. Este gritó a Arias Gonzalo que le enviara otro hijo, quien con gran dolor lo envió. Diego Arias fue el segundo y salió al campo. Luchó con igual bravura, pero también cayó muerto a manos de Diego Ordóñez, quien de nuevo clamó por el tercer hijo de Arias Gonzalo. Rodrigo Arias, muy experimentado en justas y torneos, corrió la misma suerte, aunque infligiendo varias heridas a Diego Ordóñez. Sin embargo, cuando Rodrigo Arias caía muerto en su caballo, dio un postrero tajo con su espada que no alcanzó a Diego, pero sí rajó la cabeza de su caballo que se dio a la fuga, llevando a Diego Ordóñez fuera del campo. A su regreso, a pie, para combatir con el cuarto hijo de Arias Gonzalo, los jueces del combate _representando equitativamente a cada bando_ no lo permitieron, y quedó el desafío en tablas, ya que aunque Rodrigo Arias había muerto, Diego Ordóñez había sido llevado fuera del campo por su caballo desbocado. Y como no se pasó sentencia, no se consideró infamia sobre el pueblo de Zamora. El fin de Bellido Dolfos es desconocido, pero se supone que Arias Gonzalo, atendiendo a los ruegos de Doña Urraca, le dejó salir de Zamora, donde se pierde su rastro, suponiéndose que fue a tierra de moros; aunque algunas Crónicas mucho menos fiables narran un final más sangriento, promovido por el severo conde de Zamora. Las últimas investigaciones afirman sin dejar lugar a dudas que Dolfos siguió en Zamora hasta su muerte y que sus hijos ocuparon cargos importantes en Zamora y Toro.

Busto del Conde
   Sabemos que Arias Gonzalo falleció en Zamora, lo que no sabemos es la fecha ni las circunstancias. Los restos mortales (o inmortales, según lo miremos) de Arias Gonzalo reposan en la Catedral de Zamora y sus hijos, así como varios miembros de su familia, estaban enterrados en una capilla de la iglesia de San Martín de los Caballeros que se encontraba situada en la actual plaza de San Martín.

La Casa de Arias Gonzalo, en Zamora
   Zamora honra su memoria con una plaza y un Colegio Público a él dedicados y, a día de hoy, se mantiene en pie su casa, al lado de la famosa catedral. También le han sido dedicadas algunas obras de teatro, siendo la más célebre de ellas la escrita en 1827 por el Duque de Rivas (1791-1865) bajo el título "Arias Gonzalo".

Escultura del artista zamorano Crespo Rivera, dedicada al Conde Arias Gonzalo.
Hace ya años se estrenó El Cid, La Leyenda, película en la que podemos ver a Urraca de Zamora y Vellido Dolfos (históricamente inexactos y perjudicados), pero no a Arias Gonzalo. Basándome en un fotograma de Rodrigo (El Cid), he recreado a Arias Gonzalo.

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